viernes, 24 de febrero de 2012

Miércoles 30 de noviembre

¡Soy un "güevazos" y un flojo!


Estos son los versos que me ha dedicado la Jefatura de estudios. Y quizá tenga razón:soy demasiado flemático para este campo de batalla.

Día relativamente tranquilo, salvo los alumnos de 4º, que parece que no querían dejar a ningún profesor dar la clase. Uno de "esos" días. Por suerte, no los tengo. Pero he vuelto a caer en el mismo error que cometí el 29 de septiembre; ¡otra vez! ¿No habrá dos sin tres?:

A última hora tenía guardia y vi entrar a los padres de la/del alumn@ con el/la que tuve el incidente del cuchillo de madera. Después de verlos esperar un rato (venían a hablar con el/la Orientador/a y con la Dirección, pero no habían pedido cita) me acerqué a ellos -¡toooonto, qué soy tonto!- diciéndoles que fue conmigo con el profesor con el que tuvo el incidente su hij@. La madre parecía razonable (el padre habla poco) y me relató lo que había contado su hij@ en casa que, más o menos, era lo que había pasado en el aula. Nada me contó de lo que luego había montado "la criatura" en Jefatura
Se acaban las clases y cuando me dispongo a salir ya veo formado el círculo de la Dirección, la Jefatura, Orientación y los padres. Me llaman para que me acerque e informe. Poco puedo hacer, porque el cabo de unos segundos ya estaban echándose los trastos a la cabeza la Jefatura y la madre, respecto a lo acontecido en el despacho de la primera. Empezaron a soltarse "lindezas" de incompetencia en sus funciones y yo no podía hacer más que observar como en un partido de tenis.
Cuando la dirección invita a dejar la discusión para otro momento, la madre, ya caliente, empieza a exagerar mi reacción a la hora de quitar de la mano el cuchillo de madera que portaba su hij@. Yo me quedo a cuadros pero tampoco me atrevo a intervenir en la discusión a voces. Mientras, el/la orientador/a pedía también enfriar el tema y posponerlo para un momento en el que no estuviera la/el alumn@ delante.

Todo se acaba, merced a un "acto de dispersión" por parte de la Directiva y al salir del centro la Jefatura de estudios se dirige a mí y me reprocha que la/le he dejado sol@ y que soy un güevazos y un flojo. Yo seguía con cara de circunstancia aguantando el chaparrón de calificativos. Al final, le pedí disculpas (hasta tres veces) porque creo que sí tenía que haber dicho algo, pero para eso también tendría que haberme puesto a dar voces y es algo que no me sale; necesito entrenamiento.
Estoy seguro que mañana la Jefatura también me pedirá a mí disculpas por lo que me ha dicho. Escribo esto último con un sonrisa.

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