Ayer fue un día normal: no hubo nada que mereciera la pena reseñar. Ni tan siquiera necesité la dosis del Concerto Grosso de Geminiani y que tengo metódicamente preparado una vez me subo al coche. Sólo diez minutos de gran ayuda camino de casa.
Fue la calma que precedía a la tempestad
El curso excelente se ha convertido en un curso del que depende en su totalidad el que tengas un día regular (quizá normal) o malo. Si a esa hora le sumas algún conflicto más en el devenir de la jornada, lo que era sólo malo, empeora considerablemente.
Cuatro horas a la semana.
Cuatro días de cinco laborables.
Podría dedicar muchas líneas a lo que fue aconteciendo desde el primer momento de esa quinta hora, cuando ya los alumnos ni tan siquiera querían entrar en la clase. Pero prefiero irme al final y describir un "cuadro realista": lo que vería cualquiera que hubiera entrado en el aula unos segundos antes de que tocara el timbre que marca el final de "esa" hora:
Vería agua en el suelo, nada más entrar, y una botella azul de plástico, también en el suelo, sin tapón y doblada por la mitad.
Vería una silla en el suelo, junto a la pared, a la derecha, y dos mesas con dos silla encima, puestas al revés, porque todavía no se habían bajado desde la tarde anterior, cuando la gente que hace la limpieza las colocó de esa manera.
Vería dos alumn@s asomados a una de las ventanas, viendo que ocurría fuera (del centro) y otr@s dos alumn@s en el lado opuesto, concentrad@s en sus teléfonos móviles y su música.
Vería un/a alumn@ dormitando en la segunda fila, junto a la ventana, otr@ más "practicando" lo mismo en una de las filas centrales y otr@s dos en la pizarra haciendo dibujos en el lado derecho de la pizarra. En el otro extremo habría algunas frases de la materia que imparto.
Vería dos alumn@s sentad@s en sus pupitres, cerca de la mesa del profesor, acabando sus fichas.
Faltaría un alumno que había salido al baño diez minutos antes y que prefirió "incorporarse" en la siguiente hora.
Vería al maestro (o que intenta ejercer como tal) en pie, detrás de su mesa, tratando de ayudar a los alumnos que intentan hacer las mencionadas fichas, y tratando de ignorar al/a la alumn@ que tiene, también de pie, pero SUBID@ a su mesa (la del maestro) amenazándole para que le devuelva el cuchillo de madera que le había quitado diez minutos antes de acabar la clase, porque no se lo había querido dar educadamente, después de haber estado "jugando" con otro alumno a que " se lo iba a clavar"
Ración extra de música para llegar a casa.