Se acerca la Directiva oyendo el tono de voz que se estaba usando y decide ir a buscar al/a la alumn@. Viene, se sienta y no le da tiempo a articular palabra; la tiene toda la Jefatura:
"¡Qué es esto...! ¡Te crees que nosotros estamos aquí....! ¡Tu quieres repetir de nuevo...! ¡Déjate de gaitas...!
Yo estaba apoyado en el marco de la puerta y trataba de imaginar hasta dónde se podrían estar escuchando los chillidos.
Acaba la tormenta. El/La alumn@ vuelve a su clase y la Jefatura me razona que eso era lo que tenía que haber hecho yo como tutor. Con cara de asombro y sonrisa incrédula, respondo que no creo que en este caso las voces sean una solución... y no puedo acabar mi razonamiento porque en ese momento los chillidos van hacia mí: "A mi las voces me han servido desde que era maestr@ de primaria..." (...) en esos momentos mis oídos se cierran y debo quedarme con cara de tonto porque oigo entre las voces: " .. y no te sonrías porque esto no es ningún teatro!"
No reparo en el resto de la perorata. Vuelvo a la sala de profesores, me siento y trato de calmar la respiración, sin entender, sin creer, sumido en el absurdo: " ¡tengo casi cuarenta años y alguien con algunos años más que yo me está dando voces en un centro público!"
Aprovecho lo que resta de hora para acudir al centro médico cercano y pedir cita para la vacuna de la gripe. Voy en tal estado de shock que se me cae el DNI y un alumno que me conoce y que ese día no había acudido al centro me llama la atención: "¡maestro, que se le ha caído algo!".
La verdad, es que se me había caído todo
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