Escribir lo que aconteció en el día de la fecha no fue una experiencia grata. Ahora de nuevo,cuando "me toca" subirlo al blog me siento incómodo; me están sudando las manos, literalmente, ¡pero vamos a ello!
¡Hay días queee.....! y hoy ha sido uno de esos:
Primera clase de la mañana (8:30)
Se han incorporado l@s dos alumn@s que, al día de la fecha, llevan más del triple de días expulsad@s que dentro del aula.
Pues bien: mientras estaban los alumnos tomando asiento para el comienzo de la clase, a un/a alumn@ diagnosticad@ con ....... no se le ocurre otra cosa que sacar su portátil de la mochila. Con falta de reflejos por mi parte, en seguida, l@s dos "joyas" que he mencionado antes, se lo piden y él/ella accede a regañadientes. Ya empieza el problema. En ese momento pienso: " a est@s individu@s sólo l@s he tenido tres días en clase. En el primero fue expulsado un/a de ell@s. En los otros dos días han estado tranquil@s, escuchando música en uno de sus múltiples móviles, y han dejado que los pocos alumnos que quieran recibir un poquito, puedan hacerlo. Deben haber pasado ya cinco o seis minutos desde que tocó el timbre, hay mucha clase por delante y opto por esta vía, pensado que "es demasiado pronto para armar jaleo". Hablo con el/la alumn@ propietario del portátil:
- ¿Qué te parece si se lo dejamos diez minutos, que escuchen un poco de música...?
Ella/Él accede y comienza la clase con la fecha, dudas, corrección de ejercicios... Cuando pasan esos diez minutos les pido el portátil y ell@s reclaman diez minutos más, a lo que el/la chaval/a, accede de mal grado; se empieza a poner nervios@. No se atreve a pedírselo por miedo, según me dice. Le comento que lo mejor es que el final de la clase me lleve el ordenador a la sala de profesores y esté allí toda lo que resta de jornada, para evitar más problemas en las siguientes horas. Ella/Él accede, pero empieza a llorar y a decir que el portátil es suyo. Se levanta y empieza a andar por la clase. Pido educadamente el ordenador a la pareja, para evitar males mayores y volver a calmar a la clase, "que es muy temprano", les observo yo. Cuando trato de coger el portátil uno de ell@s se levanta y lo protege con el cuerpo con el ya clásico "¡a mi no me toques!". Decido "no tocar nada" y me dirijo al propietario del "problema" para calmarlo. Lo consigo, pero ya hay varios alumnos que a estas alturas se han animado y se empiezan a levantar.
Queda un cuarto de hora y pienso que podré salvar la clase, cuando, de repente, empieza a sonar música a todo volumen procedente del portátil. Decido zanjar el asunto y recogerlo. El/La que antes me había impedido hacerlo forcejea, se queja de que le he hecho daño en un dedo, se levanta, me empuja y me llama ¡gilipollas!. Estamos muy cerca y le reto (después, me dí cuenta de lo tonto que puedo llegar a ser) a que me vuelva a empujar, cosa que, sin dudarlo, hace. No sé qué pretendía, porque sólo me queda volver a mi mesa con el maldito portátil y tratar de escribir los hechos fundamentales de lo ocurrido para el pertinente parte grave, pero no puedo: me tiembla la mano y tengo la boca seca. Trato de bajar el ritmo respiratorio, abro las ventanas y la puerta de la clase para que corra el aire y de paso me cercioro de que hay algún compañero de guardia cerca, por si se complica el asunto. No hizo falta. Suena el timbre y el/la dueñ@ del portátil se quiere quedar con él pese a todo. Accedo, a la espera de mi charla con la Directiva para comentarle lo ocurrido.
(Continúo en otro rato)
(Continúo en otro rato)
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